Cuando sentís algo, es difícil sacarlo, olvidarse y hacer como si nada hubiera pasado. Si todo fuera tan fácil, y manejar al corazón sea algo tan simple… Cuanto más tratas de olvidar, mas recordás. Cuando más querés arrancar el dolor, se siente más fuerte. Y duele. Todos pasamos por heridas, que después solo quedan marcas, que a veces es mejor haberlas vivido, que nunca haberlas sentido. Pero tienen que sanar y solo traer recuerdos. Hay que saber donde parar y abrir los ojos, sacarse la venda y mirar la realidad. Caer de la nube y mirar el afuera, mirar lo que rodea, que hay cosas mejores que no hay que perder por perder el tiempo con penas. Después te das cuenta que todo sirve, para bien o para mal, como experiencia o error, sirve. Una lección es, pero en el momento de que pasa la parte peor, es solo un consuelo. Cuesta tanto confiar, saber que los mismos brazos que te abrazaron ayer, no te abrazaran solo a vos mañana. Que esos mismos brazos van a engañar a otros. Porque el amor es uno, nunca son muchos. Si hay muchos, no hay amor. Algún momento, a todos nos toca enamorarnos, pero recibir lo mismo, ser correspondido, no es fácil, no suele pasar siempre. Y perdemos ese tren que queríamos seguir, pero que ya no tiene cupo.
Da bronca porque pensás que entregaste hasta lo que no podías, dabas la vida, el alma y sentimiento. Eso vale tanto, pero tan poco para otros. Hay que saber elegir. El que te quiere hoy, ya mañana quizá no. El que no te supo valorar hoy, no lo va a hacer nunca hasta que te pierda, y vea que eso que dabas, no lo sentiría con otra persona. Nunca rebajarse, aprender a quererse y buscar algo que valga realmente la pena.
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